30.6.05

Agua

En verano nunca me meto en la piscina de mi campo antes de las siete o las ocho de la tarde. A esas horas puedo por fin disfrutar de una soledad muy especial, íntima y suave. Me quedo allí, sin nadar, moviéndome de cuando en cuando, notando como me enfrío hasta la médula, quedándome aterida, y viendo arrugárseme los dedos, mientras miro el atardecer, las nubes, el cielo, toda dentro del agua menos la cabeza, que me hiela el viento constante. A veces también me sumerjo completamente todo el tiempo posible, y es delicioso sentir ese enorme y abrumador silencio azul, que me aleja de todo. A ver cuando demonios termino los exámenes y me voy para allá...