22.12.05

Hambre

Te voy a comer, amor, no puedo resistirlo. Empezaré por las puntas de los dedos, porque ahí están las ganas de romperlo todo. Seguiré por los hombros, el estómago, las piernas... y me llevaré entre los dientes las cargas excesivas, la rabia, los rencores, las ganas de huir hacia delante o hacia atrás. No quedará indemne ni un solo rinconcito de tu cuerpo, ni los pies. Así hasta reducirte a tu esencia pura, descarnada, esa que no resistiría ni tres segundos en el exterior. La que me da la vida.

20.12.05

Conversión

Cuando la gente me pregunta por qué vale la pena escuchar clásica, suelo embarcarme en un fogoso alegato exponiendo todas sus virtudes, desmontando leyendas urbanas, etc. Pero me lo he pensado mejor, y creo que será mucho más eficaz (y menos cansado) que se conviertan a la secta de la corchea si les tiento con algo como esto:

Powered by Castpost

15.12.05

Mimbre

Empiezo con la punta del dedo corazón, y sigo con toda la palma, la aprieto bien fuerte y la desplazo por toda su extensión para sentir cada resalte del trenzado, sedoso y abrupto a la vez. Como todo lo bueno de la vida. Sigo hasta que casi no lo soporto. Después hago fuerza para que gima un poco, adoro ese quejido vegetal. Y para terminar, acerco la nariz, todo el cuerpo en realidad. Huele al balneario de Mastroianni en "Ojos negros", a jovenzuelos besándose como vampiros junto al río en un atardecer de verano, a camas de hace dos o tres milenios dueñas de secretos que nos cortarían la respiración. Y a mucho más que no acierto a describir, pero que me pinta una sonrisa más que pronunciada. Y me alejo con todo bien jugoso dentro de mi cabecita, porque si sigo mucho más en la sección de cestos, la dependienta va a pensar que estoy robando algo...

7.12.05

Momo

Aún recuerdo la noche en me lo leí, hace casi veinte años. Tenía anginas, y mi madre había puesto una bombilla azul en la lamparilla por si no podía dormir. Así que imagínate conocer a Beppo, Gigi, Casiopea... en medio de una atmósfera azulada, arrebujada entre mantas y medio grogui por la fiebre. Y qué miedo pasé con los hombres grises, no sé cuántas veces miré hacia la puerta de la habitación para asegurarme de que el humo de sus cigarros no pasara por debajo. Profético Ende, que adivinó que treinta años después el mundo se poblaría de ellos...