3.7.05

Alas

Acababan de subir a mi padre de la UCI, mucho antes de lo previsto (su capacidad de recuperación es directamente proporcional a su mala leche). Después de colocarlo con cuidado, las enfermeras y el médico salieron de la habitación, haciendo hincapié en que no lo agobiásemos. Por fin sin gente, me pude acercar, mientras mi madre le cogía de la mano y lloraba. No me impresionó que le hubieran cortado todo el pecho, ni que le salieran cinco tubos de drenaje de un dedo de gordo de la barriga, que iban a parar a una atronadora bomba de succión, ni los tres goteros, ni lo demacrado que estaba. Fue el hecho de posar los dedos sobre sus costillas, y notar cómo por fin su corazón latía, fuerte y regular, como las alas de un gorrión contra mis manos.