La falta de amor es como un inmenso agujero negro que intentamos llenar con sexo, dinero, trabajo, religión... cualquier cosa con tal de que no nos arrastre a la nada. Por eso, cuando reaparece ante nosotros en cualquier manifestación de la vida o el arte lo suficientemente hermosa, valiente o turbadora, nos regocijamos enormemente, porque nos permite revivir, aunque sea de forma mediata, cómo era tocar el cielo con las manos.