15.12.05

Mimbre

Empiezo con la punta del dedo corazón, y sigo con toda la palma, la aprieto bien fuerte y la desplazo por toda su extensión para sentir cada resalte del trenzado, sedoso y abrupto a la vez. Como todo lo bueno de la vida. Sigo hasta que casi no lo soporto. Después hago fuerza para que gima un poco, adoro ese quejido vegetal. Y para terminar, acerco la nariz, todo el cuerpo en realidad. Huele al balneario de Mastroianni en "Ojos negros", a jovenzuelos besándose como vampiros junto al río en un atardecer de verano, a camas de hace dos o tres milenios dueñas de secretos que nos cortarían la respiración. Y a mucho más que no acierto a describir, pero que me pinta una sonrisa más que pronunciada. Y me alejo con todo bien jugoso dentro de mi cabecita, porque si sigo mucho más en la sección de cestos, la dependienta va a pensar que estoy robando algo...