27.9.05

Entero

Todos los días, nada más despertarme, cometo un robo, sin excepción. Y todos los días es la misma cosa: un minuto entero. Empiezo a contar, recreándome en la sensación de la lengua contra mis dientes, la vibración de mi voz en en fondo de la garganta, ronca de sueño, mis dedos presionando la almohada, el resto de mi cuerpo aún no operativo. Un minuto entero, sesenta eternos segundos, en el que me niego a pensar en nada en absoluto, en el que sólo existo, sin más, sin obligaciones ni esperanzas, sólo puro latido de vida, sencilla y cálida...