26.8.05

Correcaminos

Dícese de la cualidad locomotora adquirida por el cuerpo de mi hermano en dos segundos veinte centésimas al descubrir que, después de todo, se había dejado el billete de tren en casa (tengo foto que lo atestigua, jejeje...) En dos minutos escasos tenía que llegar a la taquilla, sacar otro y volver. Por suerte, quedaban billetes y no había nadie en el mostrador. Volvió blanco nuclear, un minuto más y lo hubiera perdido. Ha llegado a San Petersburgo a las tres y media de la tarde, y estoy segura de que en esos momentos era la persona más feliz de todo el planeta, por su voz parecía que estaba en el paraíso. Qué suerte tienen algunos...